Corporación Recimed

La escuelita

La escuelita: aprender no tiene edad

Por: Gabriel Jaime Bustamante


Veinte personas adultas, dieciséis mujeres y cuatro hombres escuchan atentas a una mujer que les habla de los “estados del agua”. La mujer amable, paciente y carismática es la profesora de “La escuelita”, una propuesta de educación para adultos que desde hace ya algunos años RECIMED viene desarrollando para sus asociados y que es apoyada por las fundaciones Bien Humano y Sofía Pérez de Soto.

Tres mujeres salen al tablero a petición de “la profe” a escribir las palabras que dan cuenta de las formas del fluido vital: líquido, sólido y gaseoso, la certeza se refleja en una de ellas, mientras el escribir lento y dificultoso evidencia la duda y la intranquilidad en las otras dos.

“No pasa nada si se equivocan”- dice la profe, “sí, no pasa nada”, dice uno de los alumnos mientras deletrea una de las palabras escritas en el primoroso tablero adornado en cada extremo con una margarita hecha en cartulina y en cuyos pétalos “el equivocarse” está planteado como un derecho. Además, se leen en las vistosas flores los valores y compromisos acordados por todo el grupo: respeto, puntualidad, paciencia, escucha, constancia, compromiso, alegría y responsabilidad. Y si algo ha acompañado, según la facilitadora, a la mayoría de los alumnos de la “escuelita” han sido el compromiso y la constancia. Virtudes que no se ven menguadas por los diferentes niveles de aprendizaje que existen entre los alumnos, pues unos andan refrescando en su memoria lo que hace mucho tiempo aprendieron en la escuela y otros apenas se inician en el mundo de la lectoescritura, de las matemáticas o de las ciencias.  Pero como la “profe” entiende perfectamente que los seres humanos aprendemos de maneras distintas, pasa de uno en uno indicando pacientemente lo que en las explicaciones grupales no se alcanza a entender y hace efectiva la estrategia de la enseñanza personalizada. Una estrategia que hace realidad el lema “la educación para todos”.

Ahora -dice la profe- vamos a pasar a la clase de matemáticas. “Matecaspa” dice una de las alumnas, quien a pesar del “martirio” que parecen significarle los números pone tímidamente sobre la colorida mesa, alrededor de la cual se sientan todos los alumnos apiñados como un ramillete de flores, la tarea que debían desarrollar en la casa.

Después de la verificación de las tareas la “profe” entra en materia: “hoy vamos a aprender que son números pares e impares”, he inicia su explicación que poco a poco unos y otras van comprendiendo. Lo que en un principio hacia fruncir sus ceños se va aclarando hasta arrancar sonrisas de complacencia y expresiones como: “ya entendí”, y esa persona que ha logrado descifrar el razonamiento matemático le explica con propiedad a su compañera de al lado, y aquí se evidencia otro valor puesto en la margarita: la solidaridad.

Lo que en un principio hacia fruncir sus ceños se va aclarando hasta arrancar sonrisas de complacencia y expresiones como: “ya entendí”.

Las limitaciones del espacio no son impedimento para que los lunes, miércoles y viernes, de dos a seis de la tarde, los estudiantes de “La escuelita” asistan a las clases. Todos en Recimed saben, directivos y estudiantes, que el espacio es insuficiente y que se requiere fortalecer la propuesta educativa, pero también tienen claro que la paciencia es un valor que han venido cultivando y que la perseverancia es lo que ha llevado a la cooperativa a lugares inimaginados.  Como todo estudiante que se respete los de “La Escuelita” quieren seguir avanzando, quieren pasar de nivel, pero también quieren que la propuesta educativa deje el diminutivo y se convierta en un ESCUELA, con mayúscula.